Después de haber sobrevivido en la tierra durante más de 220 millones de años, estos magníficos y misteriosos viajeros del océano, están siendo explotados y perturbados por los humanos prácticamente en todos los lugares donde se encuentran. Seis de las siete especies de tortugas marinas están en peligro debido a la acción conjunta de la contaminación marina, la sobreexplotación, ahogamientos fortuitos y daños en las zonas de cría.
MAJESTUOSOS REPTILES
Durante la denominada «era de los descubrimientos», los mamíferos dependían de la carne fresca de tortuga para complementar su alimentación. Desgraciadamente, hoy continuamos explotando estos imponentes reptiles, por lo que se necesitan medidas drásticas para salvar algunas especies.
Las tortugas marinas están espléndidamente adaptadas al mar, con extremidades similares a aletas, concha hidrodinámica y capacidad para navegar a través del océano abierto. Nidifican en tierra, regresando a las playas para realizar grandes puestas de huevos que eclosionan de 6 a 8 semanas más tarde. Existen siete especies de tortugas marinas: las seis que tienen el caparazón duro de la familia de los Quelónidos, más las tortugas laud que forman la familia de los Dermoquélidos.
AL LÍMITE
La mayoría de las tortugas marinas tiene una distribución global y, en el siglo XIX, su población se contaba por millones. Sin embargo, en los últimos 100 años, los humanos las hemos puesto a prueba. Las tortugas marinas son capturadas por su carne, piel y concha, además, se ahogan en las redes de pesca o quedan atrapadas en los cebos de los palangres utilizados para la pesca del atún.
Las zonas donde se alimentan se ven contaminadas o destruidas, se recogen sus huevos, y sus lugares de cría se convierten en establecimientos turísticos, donde las hembras que van a desovar son confundidas por las brillantes luces de neón, se encaminan hacia el interior y mueren.
Muy pocas poblaciones de tortugas marinas no resultan afectadas por las modernas técnicas de pesca o caza furtiva. Como resultado, seis de las especies están en graves problemas: tan sólo la tortuga kiskila no se considera en peligro. Sin embargo, puede ser vulnerable debido a la reducida extensión de sus migraciones en el norte y nordeste de Australia.
GIGANTESCA
La mayor y más característica de las tortugas marinas es la laúd, que tiene la concha acanalada similar a un escudo, y está cubierta por una gruesa piel correosa. Algunos ejemplares llegaron a alcanzar los dos metros y a pesar más de 700 kg, pero gigantes como éstos hace mucho que no se ven, muestra evidente de que la población está en declive.
Las tortugas laúd, pueden zambullirse a tanta profundidad como algunas ballenas, pero generalmente habitan en las aguas superficiales. Su principal presa son las medusas, lo que ha supuesto su desgracia, porque las confunde con las bolsas de plástico que flotan en el agua. Éstas bloquean su aparato digestivo, causando su muerte por inanición.
PRINCIPALES OBJETIVOS
La tortuga carey, que usa su alargada boca en forma de pico para alimentarse de esponjas y mariscos, ha sido muy buscada por su hermosa concha. Por esta razón fue objeto de caza para obtener el carey que, tallado y pulido, se utilizaba para realizar adornos y utensilios, desde peines hasta collares. Los plásticos redujeron la demanda de carey, pero sigue utilizándose para realizar objetos lujosos, aunque ilegales.
La tortuga verde es la más vegetariana del grupo y mastica ruidosamente plantas marinas y hojas de mangle u otra vegetación costera. También es la más explotada, ya que su carne se utiliza para hacer la sopa de tortuga, y sus huevos se comen como una exquisitez, tanto por la población local como en los restaurantes de todo el mundo.
Otras tortugas también sufren este comercio en diverso grado, aunque la carne de la tortuga boba no es comestible.
Las más pequeñas entre las tortugas marinas son la golfina y la lora. Más que otras especies, éstas se reúnen a menudo para desovar; en algunas ocasiones se agrupan más de 150.000 hembras de tortuga golfina. Las reuniones, denominadas arribadas, se han convertido en populares atracciones turísticas. Tal ecoturismo tiene pros y contras, ya que si, por una parte, despierta el interés por la preservación de las tortugas, por otro, la presencia humana puede desorientarlas.
PROTECCIÓN INTERNACIONAL
Todas las tortugas marinas están actualmente protegidas por normas locales y nacionales, y también por la legislación internacional, incluyendo las restricciones del CITES al comercio de tortugas y de sus productos. Sin embargo, el mercado ilegal sigue siendo una amenaza, y la evidente falta de coordinación internacional, dificulta las acciones de conservación.
Las tortugas marinas son cazadas y masacradas abiertamente en muchas zonas del mundo, y su futuro es, por lo tanto, incierto.
INVESTIGACIÓN
Aunque las tortugas marinas pasan la mayor parte de su tiempo en el mar, muchos programas de conservación se centran en la fase de desove, vigilando las playas o incubando artificialmente los huevos (para aumentar la tasa de supervivencia). Este énfasis ha provocado algunas lagunas en nuestro conocimiento sobre estos reptiles: la conservación de huevos y crías, sin la protección de las tortugas adultas, puede no ser suficiente para salvar estas especies.
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