REINO |
Animalia |
FAMILIA |
Daubentoniidae |
FILO |
Chordata |
GÉNERO |
Daubentonia |
clase |
Mammalia |
ESPECIE |
D. madagascariensis |
ORDEN |
Primates |
NOMBRE BINOMIAL |
Daubentonia madagascariensis |
El aye-aye es un primate endémico de Madagascar, emparentado con los lémures. Su estrafalaria apariencia hace que se le considere el principal responsable del origen de la palabra «lémur», que en latín significa «espíritu nocturno». El aye-aye es el único representante vivo de su género. Sólo se conoce otra especie próxima a éste, el aye-aye gigante (Daubentonia robusta), que se extinguió hacia 1920.
Puede que a primera vista estos extraños animales no parezcan primates, pero están emparentados con chimpancés, simios y humanos.
El pelaje es largo en todo el cuerpo, especialmente en la cola, razón por la que el aye-aye fue clasificado inicialmente como una extraña ardilla. El pelaje es negro tosco y desgreñado, con un manto de pelos blancos como protección. En la cara se aclara hasta ser blanquecino. Ocasionalmente se dan individuos pardos. Se distinguen por su tupida cola, que es más larga que su cuerpo.
Los adultos alcanzan el tamaño aproximado de un gato doméstico, con 40 centímetros de la cabeza a la cola y otros 55 de longitud total de ésta. Pesa de dos a tres kilos y puede vivir hasta 23 años. Se caracterizan por tener ojos grandes y amarillos (típicos del animal nocturno que es), dedos finos y orejas sensibles de gran tamaño. Poseen uñas puntiagudas en todos los dedos de pies y manos, a excepción de los dedos gordos prensiles de los pies, que le permiten colgarse de las ramas. Al igual que otros lemures, los aye-ayes tienen el pulgar oponible, enfrentado al resto de los dedos.
Los aye-ayes pasan su vida en los árboles de la selva tropical, y evitan bajar al suelo. Son nocturnos y durante el día se acurrucan en nidos con forma de bola que construyen con hojas y ramas. Los nidos tienen la apariencia de esferas cerradas con un único orificio de entrada, y están situados en las bifurcaciones de árboles grandes.
Se alimentan de larvas de insectos que encuentran bajo la corteza de los árboles, localizándolas mediante golpes rítmicos sobre la corteza. Este método es típico de los pájaros carpinteros, pero único entre los mamíferos. Para conseguirlo, usa su largo y huesudo tercer dedo, y distingue cualquier pequeña perturbación en el ruido que produce el golpeteo (indicio de una galería de madera carcomida bajo la corteza) gracias a sus grandes y bien desarrollados oídos (su sentido principal), semejantes a los de un murciélago. También utiliza este dedo para peinarse el pelaje y para limpiarse la cara y las orejas. Sólo se conoce otro caso de adaptación tan fuerte de los dedos en ese sentido en toda la historia de la evolución, el del pequeño dinosaurio arborícola Epidendrosaurus.
El hábitat del aye-aye lo constituye la selva tropical que cubre el este de Madagascar, donde se localiza en la parte más alta de los árboles. Su dieta de larvas de insectos es completada con la ingesta de frutos, incluyendo pulpa de coco, semillas y hongos. Los frutos los come de forma ritual y característica, primero royendo su cáscara (tiene unos dientes similares a los de los roedores que nunca dejan de crecerle) y luego introduciendo en su interior el largo tercer dedo, con el que recoge la pulpa carnosa y se la mete en la boca como si estuviese usando una cuchara.
La destrucción de la selva malgache, debido a los incendios provocados, la tala de árboles y el aclaramiento de grandes zonas para destinarlas a la agricultura, han empujado al aye-aye al borde de la extinción. De hecho, se pensó durante un tiempo que había desaparecido, hasta que se le redescubrió en 1957. Desde entonces el gobierno de Madagascar ha tomado distintas medidas con el fin de protegerlo a él y a su hábitat; 12 ejemplares de esta especie se encuentran protegidos en la isla reserva de Nosy Mangabe. Actualmente se calcula que existen aproximadamente 2.500 individuos.
Los daños a la población de aye aye son de muy difícil reparación. Las hembras sólo tienen una cría en cada gestación, pero no se han registrado nacimientos recientes. El lugar donde construyen sus hogares estos primates es en nidos que fabrican en las alturas, al modo de los pájaros.
Los aye-ayes hembras paren una sola cría, algo habitual en los lémures, y la llevan sobre su espalda durante los primeros meses de vida. Durante el día se refugian en nidos similares a los de los pájaros, que luego cambian por otros después de usarlos durante una temporada. Estos nidos están situados en la base de las ramas, siempre a más de 12 metros de altura del suelo.
Está en peligro de extinción y un grupo de conservacionistas se enfrenta al reto de acabar con las supersticiones de los nativos.
El folklore malgache considera al aye-aye una criatura mágica. Tiene un rostro muy inexpresivo y el hecho de que sea nocturno, rápido y gran saltador, ha hecho que las supersticiones se disparen en Madagascar. Su dedo intermedio es sustancialmente más largo y delgado que el resto y en esa anomalía reside el mayor temor de los lugareños. Se dice que si apunta a una persona con él, ésta muere poco después de una forma repentina y horrible.
Muchos indígenas de Madagascar creen que el aye-aye trae malos augurios. Por este motivo, a menudo los han matado nada más verlos. Esta caza y la destrucción de su hábitat han puesto en grave peligro al aye-aye. En la actualidad están protegidos por la ley.
Se han establecido varias colonias pequeñas de aye-ayes para la reproducción en cautiverio, con el fin de someterlas a estudio y para una posible reintroducción de individuos en hábitats adecuados.
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