REINO |
Animalia |
FAMILIA |
Bovidae |
FILO |
Chordata |
GÉNERO |
Capra |
CLASE |
Mammalia |
ESPECIE |
C. pyrenaica |
ORDEN |
Artiodactyla |
nombre binomial |
Capra pyrenaica |
La cabra montés es una especie muy antigua, estimándose que en el Plioceno (hace 7 millones de años), los caprínidos de Asia central llegaron a Europa, y durante la glaciación Riss apareció la forma ibérica del género Capra, ya diferenciada de la ibex del centro de Europa.
La cabra montés ha sido una especie que se ha cazado desde los albores de los tiempos primitivos, como lo atestiguan las numerosas escenas de caza de cabras que representan pinturas rupestres. En la cueva de Pair-non-Pair (Francia), se ha encontrado el grabado rupestre más antiguo.
Durante los períodos fríos del Pleistoceno, las montesas habitaban en los valles y zonas más cálidas, de modo que abundaban en los valles bajos de toda Europa central y meridional. Posteriormente y por la presión humana en su caza, se refugió en las cumbres más altas e inaccesibles, donde quedaron acantonados los últimos ejemplares de esta especie. Durante la Edad Media, los escasos ejemplares que aún existían en sitios muy apartados de la presencia humana, sólo eran cazados por nobles y señores feudales, que eran los únicos que tenían este derecho; existiendo leyes durísimas para el que se atreviese a matar una cabra montés, sin que no por ello se pudiera evitar su caza, hasta ponerse en peligro la especie, por dos razones fundamentales: una el preciado trofeo que representaba la cuerna de este animal, que siempre ha sido codiciado por los cazadores; y la segunda, el mundo de supersticiones y magia que ha rodeado a la especie, a la que se le atribuían una serie de propiedades mágicas, así la sangre y los cálculos estomacales (bezoares) se creía constituían remedios infalibles contra muchos males, aun cuando lo más solicitado era el corazón, sobretodo cierta osificación de los cartílagos, de los que se decía tenían poderes curativos.
La primera medida de protección de la especie en España, fue la creación en 1905, por el rey Alfonso XIII, del Refugio Real de Caza de la Sierra de Gredos, salvando una reducidísima población de animales, siendo especialmente a partir de 1950, cuando se establece un efectivo programa de conservación de las cabra montés a nivel nacional, con la creación de numerosas reservas y un programa de conservación, lo que no obstante no ha impedido la regresión de la especie en algunas zonas como ha ocurrido en los Pirineos.
La cabra montés, habita en la península ibérica desde las altas cumbres de Sierra Nevada (Mulhacén 3.482 m.) hasta el nivel del mar, en la zona costera que limita las provincias de Granada y Málaga (Cerro Gordo-Maro). Suele separarse en grupos de sexos que pueden superar los 30 individuos: los machos por un lado y las hembras junto con los jóvenes, por otro. En los rebaños de machos no hay cooperación ni jerarquía social, mientras que el grupo de las hembras, parece estar mandado por una adulta experimentada.
Los individuos solitarios suelen ser raros, normalmente machos viejos que han perdido su poderío. Estas agrupaciones se desbaratan en tiempo de celo en el que se forman rebaños mixtos.
Aun cuando se trata de una especie esencialmente polígama, de modo que un solo macho es el que fecunda a un grupo de hembras, del que se hace dueño tras enfrentarse a topetazos a sus competidores en unos espectaculares combates, los casos de poliandria en los que una hembra es fecundada por más de un macho no son raros. Durante la época de celo el macho apenas come y centra sus actividades en la apetencia sexual.
Los hábitos de la especie son fundamentalmente diurnos y crepusculares. En verano pasa las horas centrales del día descansando y refugiándose del sol. Tiene el olfato, vista y oído muy desarrollado. Aunque se trata de un animal por lo general muy desconfiado del hombre, en zonas como Gredos o Sierra Nevada, se han habituado a la presencia humana y se aproximan con facilidad a los excursionistas.
Se mueve con facilidad por las paredes rocosas de increíble verticalidad, gracias a la peculiaridad de sus pezuñas, cuya superficie interna es antideslizante, lo que le evita los resbalones, mientras que las puntas de las pezuñas, que además carecen de pliegue interdigital, son muy duras y agudas, por lo que pueden agarrarse a las rocas.
Aun cuando son sedentarias, en invierno realizan desplazamientos más prolongados en busca de refugio y abrigo, descendiendo hasta zonas más bajas.
La cabra montesa es una especie con fuerte dimorfismo sexual, al igual que muchos otros bóvidos. Las hembras miden unos 1,20 metros de largo y otros 60 de altura en la cruz, pesando entre 30 y 45 kilos, mientras que los machos, pueden llegar a los 148 centímetros de largo, y tener una altura de 77 centímetros en la cruz, alcanzando un peso máximo de 110 kilos. L os cuernos del macho son gruesos, rugosos y nudosos, y normalmente tienen forma de semicírculo dirigido hacia atrás, pudiendo medir de 75 a 135 cm.; mientras que los cuernos en las hembras son mucho más reducidos en tamaño, no sobrepasan los 40 cm., son menos rugosos y más delgados y débiles.
A diferencia del ciervo, la cornamenta no se desprende anualmente, sino que acompaña al animal durante toda su vida. La edad de los machos puede medirse por los anillos de crecimiento anuales, denominados medrones, hasta los 8 ó 10 años, en que disminuye su crecimiento, para estabilizarse a los 14 ó 15 años. Otras partes del cuerno de la cabra montés son los llamados surcos de crecimiento y los nudos de adorno, que se desarrollan entre los nudos de crecimiento (normalmente 2, aunque también pueden ser 1 ó 3).
Además de diferenciarse por la cornamenta y tamaño, el macho, además, luce una ostensible barba en forma de perilla, la que falta en las hembras. La hembra puede confundirse con machos jóvenes.
El color y longitud del pelaje varía según las subespecies y la época del año, tornándose más largo y grisáceo en invierno. Tras las mudas de pelo en los meses de abril y mayo, el color es pardo o canela, con manchas oscuras en la parte inferior de las patas, que en los machos adultos pueden extenderse hacia los costados, hombros y vientre. La parte central de éste es blanca en ambos sexos, y la cola negra y corta (12-13 cm.).
Pueden alcanzar los 20 años de vida, pero lo normal es que sea de unos 15.
El celo se presenta a principios del invierno (noviembre-diciembre), en el que tienen lugar duros combates entre los machos contendientes. El celo dura unos 50 días.
La gestación es de unos 5 meses. La época del parto entre abril y mayo.
La hembra se retira a un lugar aislado y apartado, donde da a luz, permaneciendo en compañía del cabrito durante varios días. Los cabritos a las pocas horas de nacer están en condiciones de levantarse y poder seguir a la madre.
El número de crías por camada es 1, a veces dos (en un 20% de los partos, aproximadamente).
La lactancia se prolonga hasta que la hembra queda preñada de nuevo (a los 5 ó 6 meses) del alumbramiento, pero a los 7-10 días y el cabrito ya es capaz de ingerir alimento.
La hembra alcanza la madurez sexual a los 18 o 24 meses, pudiendo parir todos los años hasta los 10 ó 12. Los machos son fecundos a los 2 años, aunque con difíciles posibilidades de copular.
La cabra montés es esencialmente fitófaga, come todo tipo de alimentos vegetales, y en invierno y época de escasez, incluso cortezas y ramas. Muestra gran apetencia por la sal. Normalmente no tienen necesidades de beber agua, bastándole con la de las plantas y el rocío, aun cuando se ha comprobado que tras grandes esfuerzos como huidas, se acercan al agua a abrevar.
Se localizan en hábitats principalmente rupícolas, defendiéndose bien sobre todo en media y alta montaña. En verano sube a las partes más altas y en los sitios más escarpados, descendiendo un poco en invierno, aunque sin llegar a los valles. En Sierra Nevada alcanza su máxima altura ibérica superando los 3.500 metros.
Se conocen cuatro subespecies de cabras montesas, dos de las cuales se han extinguido en tiempos recientes. Estas subespecies son las siguientes:
Capra pyrenaica lusitanica, conocida como Mueyu. Distribuida originalmente por las montañas fronterizas entre Galicia y Portugal, se extinguió en 1892 en la Sierra de Geres (Portugal).
Capra pyrenaica pyrenaica, subespecie-tipo encontrada originalmente en los Pirineos franceses y españoles, llamada popularmente Bucardo. El último ejemplar murió en enero de 2000.
Capra pyrenaica hispanica, con una distribución punteada que se extiende por las cordilleras cercanas al Mar Mediterráneo. Alcanza su mayor concentración en Sierra Nevada.
Capra pyrenaica victoriae, distribuida de forma desigual en las cordilleras del centro y norte de España. Su principal población está en la Sierra de Gredos, donde moran unos 10.000 ejemplares. Subespecie cinegética, bajo ciertas restricciones.
La cabra montesa cuenta con lobos, osos y águilas como depredadores naturales, pero éstos han desaparecido en los últimos tiempos de amplias zonas de su distribución.
Con la introducción de la agricultura y el aumento de la población humana (y con ello, de la caza), su población desapareció de varias zonas y en otras menguó ostensiblemente.
Las subespecies que sobreviven suman actualmente unos 35.000 ejemplares, presentes en su mayor parte en Gredos, las Batuecas, Els Ports, Muela de Cortes, Serranía de Cuenca, Alcaraz, Sierra Madrona, Sierra Mágina, Sierra de Cazorla, Sierra de Segura, los Filabres, Sierra Nevada, Sierra de las Nieves, y montes de Cádiz. También se han introducido unas cuantas cabezas en varios puntos del sector peninsular, como la Sierra de Guadarrama o el término municipal de Albaladejo (Ciudad Real).
La Junta de Galicia lleva a cabo un plan de reintroducción a gran escala en la comunidad autónoma gallega desde 2003. Mientras que la caza de la especie no está permitida en muchas zonas, en otras, como en Gredos, sólo se usa como medio para controlar su población, debido a la escasez de depredadores naturales.
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