Fuente: Revista Pelo Pico Pata – Nº 49
¿Encuentras a tu perro más torpe que cuando era joven? Es natural, los perros, como las personas, envejecen físicamente y conforme pasan los años también van envejeciendo mentalmente. Es un deterioro cognoscitivo relacionado con la edad, que en varios aspectos se asemeja a la demencia senil humana de tipo alzheimer.
El envejecimiento del cerebro de los perros es como el de nuestro cerebro. Se hallan en los perros las mismas sustancias que en la enfermedad del alzheimer se encuentra en los humanos. Los veterinarios lo conocen como síndrome de disfunción cognitiva y es una preocupación relativamente nueva en la clínica, dada su mayor frecuencia actual por el incremento de longevidad en los perros gracias a los cuidados veterinarios y alimentación que hoy se les presta.
Los primeros signos de este envejecimiento mental empiezan a notarse a partir de los 8 años y hacen su aparición de manera muy sutil, de modo que pasa desapercibida para muchos propietarios. Son cambios en sus hábitos y rutinas cotidianas, como una micción incontrolada o desorientación, perderse en sitios que conocen de manera habitual, alteraciones de los ciclos del sueño, irritabilidad incluso con agresión si se les acaricia de manera sorpresiva. Pierden las inhibiciones aprendidas por educación y se muestran mucho más lentos para responder a las órdenes. A medida que el envejecimiento progresa, pierden conexiones neuronales y se deteriora su lucidez mental.
APRENDER A DETECTARLO
Se estima que algo más de un 60 por ciento de perros que han cumplido más de 8 años padecen trastornos del comportamiento relacionados con la vejez y que sin embargo, sólo un 10% informa a su veterinario de la aparición de estos signos, en la mayoría de los casos por desconocimiento o incapacidad de detectar el declive mental de su mascota. Con la finalidad de que el envejecimiento mental sea mejor conocido, el doctor Pérez-Guisado, de la Facultad Veterinaria de Córdoba, ha estructurado este declive mental en cuatro grandes apartados.
I. Aprendizaje y memoria
- Incapacidad de aprender nuevas cosas
- No responde a trabajo, tareas y órdenes que conocía
- Orina o defeca dentro de la casa (antes no lo hacía) sin pedir que lo saquen
- No reconoce a personas de la familia o mascotas que antes sí conocía
II. Área de la orientación
- Se pierde en lugares familiares, es como si no conociera la casa
- Se va por la puerta equivocada o lado equivocado
- Se queda mirando con la vista perdida
- Vagabundea sin rumbo u objetivo fijo como si estuviera perdido
III. Comportamiento e interacción social
-Disminuye mucho o desaparece el interés por el contacto social
- Disminuye mucho o desaparece el ritual de saludo
- Aparecen alteraciones y problemas de jerarquía social reflejados en agresividad
IV. Ciclo de sueño-vigilia, actividad, irritabilidad
- Duerme más durante el día y está más activo durante la noche
- Actividad aumentada: vagabundeo, vocalización y más apetito
- Actividad disminuida: exploración, actividad general y sin apetito
- Ansiedad por separación que antes no existía
- Irritabilidad: no tolera las cosas que antes toleraba
PREVENCIÓN
Podemos prevenir una aparición temprana del alzheimer en el perro utilizando una dieta rica en antioxidantes, para ello existen en el mercado las llamadas “dietas seniors” para perros de edad avanzada. Al tiempo mantendremos un nivel alto de actividad física, evitando el sedentarismo que supone para el animal estar todo el día encerrado en un piso. Las revisiones veterinarias periódicas van a permitir detectar la aparición de la enfermedad en un estado temprano.
SU TRATAMIENTO
Muy importante es que prestemos atención a los posibles cambios, lentos y progresivos, antes descritos y que acudamos con el perro al veterinario, que descartará otros posibles problemas, tanto de salud como comportamentales, que pudiesen manifestarse con signos clínicos similares. El alzheimer canino es un proceso degenerativo del sistema nervioso, que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales, resultando progresivo, irreversible y, por tanto incurable. Al no existir cura, el tratamiento de la patología es paliativo, intentan reducir el grado de progresión de la enfermedad y sus síntomas, de modo que mejore la calidad de vida el perro y disminuya el esfuerzo de cuidados por el propietario, para ello es crucial su detección lo antes posible.
Es creciente la demanda de tratamiento para esta patología del comportamiento, por ello la industria farmacéutico-veterinaria y la de alimentación animal, conscientes del problema, trabajan en el desarrollo de nuevos productos para la prevención o el tratamiento del alzheimer en los perros longevos.
El tratamiento debe iniciarse por un cambio en los hábitos de vida del perro, basado en el ejercicio físico y una correcta alimentación acorde a su edad y su estado de salud. Este cambio va a ser útil tanto para retrasar la aparición del proceso como para disminuir la velocidad de evolución del mismo.
Debemos modificar el entorno de nuestro perro anciano, adecuándolo a la etapa que está viviendo, de un modo similar a como respetamos la etapa de cachorro. Para ello hemos de ser comprensivos con sus limitaciones físicas, no entiende las órdenes, no nos escucha bien, tiene dificultad para contener la orina, se asusta con frecuencia, etc. Nunca le vamos a aplicar castigos ni a exigirle la realización de conductas que antes efectuaba con normalidad pero que ahora le resultan imposibles.
El ejercicio físico es de gran utilidad, pues se ha comprobado que en hombres y mujeres ancianos disminuye hasta 3,5 veces el riesgo de alzheimer, ya que mejora el flujo sanguíneo del cerebro reduciendo el riesgo de declive cognitivo. Tendremos que aumentar el número de salidas a la calle tanto para evitar la micción incontrolada como para aumentar el ejercicio físico.
Puede ser necesaria la reeducación del perro, someterlo nuevamente a unas sesiones de educación que le renueven las pautas de comportamiento olvidadas y que había asimilado cuando era cachorro. Lo más conveniente es que el animal tenga establecida una rutina y que incorporemos a las órdenes vocales gestos sencillos que le permitan comprender con mayor facilidad lo que queremos que haga. Es muy conveniente hacerle que repita con frecuencia todas aquellas cosas que aprendió de joven, de modo que no pierda la habilidad de ejecutarlas y conserve la capacidad de responder a las órdenes.
El veterinario puede establecer un tratamiento con fármacos adecuados a la enfermedad, tras estudiar el estado físico y el deterioro cognitivo del animal.