En muchos países los gatos hace ya tiempo que usurparon el lugar de los perros. En Australia o Francia, por ejemplo, la proporción es de un gato por cada 3 hogares. En Gran Bretaña hay más de 6 millones de gatos domésticos y cinco veces más en Estados Unidos, lo que significa que 1 de cada 5 hogares estadounidenses tienen al menos un gato en la familia.
La relación entre gatos y hombres data de hace casi 4.000 años y, aunque ha tenido sus más y sus menos a lo largo de la historia, nunca antes había sido tan sólida como lo es en la actualidad. Hace ya tiempo que los gatos se han afianzado en su papel como mascotas; en algunos lugares incluso han arrebatado el protagonismo a los perros, lo cual posiblemente refleje que dentro del estilo de vida que llevamos, los gatos son más fáciles de cuidar que los perros y menos exigentes en lo que a tiempo y espacio se refiere. Sea cual sea la razón, el mundo de hoy en día tiende a favorecer más a los gatos como animales de compañía.
Los gatos, salvajes o domésticos, pertenecen a una misma familia de animales, llamada Felidae. Hace entre ocho y doce millones de años, evolucionaron en dos grupos, que los científicos denominan especies del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo, basándose en su localización actual. Los grandes gatos que rugían, se clasificaron como Panthera, mientras que los pequeños gatos que no rugían, se clasificaron como Felis. A partir de este género de felinos relativamente más pequeños, evolucionaron los gatos salvajes, muy parecidos ya a nuestros modernos compañeros domésticos. Una de estas líneas de descendencia fue el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica).
Los gatos domésticos actuales han evolucionado a partir de tres o quizá cuatro especies de félidos salvajes. Los primeros gatos domésticos de los que se tienen pruebas físicas son los del antiguo Egipto, cuyos restos momificados fueron descubiertos en Beni-Hasan, en el Egipto central, en 1889.
EL GATO EGIPCIO
Estos restos datan de entorno al año 2000 a.C., cuando el culto a los gatos estaba ya consolidado. El tipo más común en Egipto era similar al gato montés africano (Felis libyca), pero también existen algunos ejemplos de Felis chaus, el gato de la jungla de cola anillada, también originario de Oriente Medio.
Si en el año 2000 a.C., el gato ya gozaba de un estatus de culto, debió llegar a las granjas y a las ciudades del antiguo Egipto mucho antes. La antigua civilización egipcia se basaba en la abundancia de cereales, con dos y hasta tres cosechas al año, que se cultivaban en las fértiles tierras del valle y delta del Nilo, con sus inundaciones anuales. Hacia el año 3000 a.C., Egipto era un reino unido, cuya época de esplendor estaba a punto de comenzar. Los gatos salvajes se sintieron atraídos hacia las granjas egipcias por la abundancia de ratas y ratones y, posteriormente, hacia las ciudades, donde se almacenaba el maíz en graneros. Los gatos, con fama de adaptables, debieron convertirse en un elemento característico permanente de la vida de Egipto; más tarde comenzaría el proceso de domesticación y, finalmente, el de deificación.
GATO MONTÉS EUROPEO
El tercer antepasado del gato moderno es el gato montés europeo (Felis silvestris), con su característica cola redondeada de punta negra. Se parece al gato montés africano, pero es más fornido y posee unas marcas atigradas más oscuras y pronunciadas, que podrían ser el resultado de su hábitat natural en regiones más templadas. ¿Cómo se incorporó el Felis silvestris al cuadro genético? Solamente se pueden hacer suposiciones, pero es una especie común en el norte de Europa (excepto en las Islas Británicas), y puede que se introdujese en los asentamientos agrícolas del mismo modo que el gato montés africano lo hizo en Egipto. También es posible que los comerciantes llevasen gatos egipcios a la antigua Roma, o que estos llegasen como polizones y se extendiesen hacia el norte con las legiones romanas, y se cruzasen con sus parientes europeos. Se sabe que el ejército romano llevó gatos consigo por toda la Europa occidental para proteger sus víveres, y también que el cruce entre libyca y silvestris puede prosperar genéticamente.
ANTEPASADOS ASIÁTICOS
Un posible cuarto ingrediente en la «mezcla» del gato doméstico, es el gato de Pallas (Felis manul). Originario de Asia central, tiene el pelo más largo que los otros y podría haber introducido un gen de pelo largo con la generalización de la domesticación de los gatos. La población de gatos domésticos en el sureste asiático, estaba bien establecida a principios de la historia, y es posible que el Felis manul, un gato intrépido sin temor a acercarse a los asentamientos humanos en busca de alimento, se cruzase con otros antepasados.
Hacia el año 8000 a.C., los humanos empezaron a abandonar su forma de vida nómada, basada en la caza y el pastoreo, para asentarse y dedicarse a la agricultura. Los primeros asentamientos surgieron en Oriente Medio. Uno de los muchos cambios derivados de esta gran transformación del comportamiento humano, fue la llegada de pequeños gatos salvajes a los lindes de estos asentamientos, atraídos por lo que constituía una fuente de comida abundante. En los primitivos almacenes de cereal y en los vertederos de las afueras de los poblados había millones de ratas y ratones. A diferencia de los perros salvajes, los gatos no suponían ningún peligro para los víveres de los humanos, para el ganado ni para las personas.
La historia de los gatos ha estado íntimamente ligada a la de los humanos desde siempre. No obstante, la actitud del hombre hacia los gatos ha ido cambiando notablemente a lo largo de los siglos, –desde la adoración de los antiguos egipcios, pasando por la persecución en Europa durante la Edad Media, y la posterior explotación de sus habilidades como cazador de ratones, hasta alcanzar el estatus de que disfruta en la actualidad. La asociación del gato con los humanos, lo condujo a figurar prominentemente en la mitología y en leyendas de diferentes culturas, incluyendo las civilizaciones egipcia, japonesa, china y escandinava.
LA VIDA DEL GATO
esperanza de vida de un gato doméstico es de 12 a 15 años, aunque los hay que viven hasta 20; pocos llegan a los 25, y se han registrado algunos que han cumplido 34 y hasta 43 años.
Los gatos domésticos son más afortunados que sus parientes de la calle, que viven normalmente sólo la mitad, debido principalmente a que sufren más accidentes, están más expuestos a envenenamientos y epidemias, a peleas con perros, a dietas escasas y a la intervención humana.
A menudo se dice que, de los gatos domésticos, los esterilizados son los que suelen vivir más tiempo, pero esto no se debe tanto a razones médicas como al hecho de que los animales esterilizados tienden a merodear menos y, por lo tanto, están menos expuestos a accidentes.
En general, los gatos viven más cuanto más felices son y más cómodos se sienten en sus hogares, donde les brindan los cuidados, el juego y el cariño que necesitan y se merecen.
La relativa longevidad de los gatos es un factor a tener en cuenta a la hora de adoptar uno como animal de compañía. Son muchos los gatos no deseados que acaban abandonados sin más.
Los gatos nacen en camadas de dos a seis cachorros; lo más habitual son 3 o 4.
La personalidad se forma a partir del amor de la madre y de los estímulos externos. Las primeras ocho semanas de vida son decisivas:
0-3 semanas
● Depende totalmente de su madre.
● Está inmóvil, responde a olores, caricias y calor.
● Abre los ojos a los 7-10 días.
● Los dientes le salen hacia los 14 días.
3-4 semanas
● Desarrolla la visión; aprende a observar a su madre.
● Puede moverse a una distancia razonable del «nido».
● Empieza a comer sólido.
● Desarrolla sus interacciones con el resto de la camada.
4-6 semanas
● Ya no necesita a su madre para estimular la evacuación.
● Se desteta completamente a las 8 semanas.
● Si tiene la oportunidad, mata ratones.
● Puede correr y desarrolla todos los movimientos de un gato adulto.
● Juega a pelearse con su madre y hermanos.
6-8 semanas
● Continúa mamando, sobre todo por razones sociales.
● Desarrolla respuestas de adulto a las amenazas visuales y olfativas.
● Las habilidades motoras continúan desarrollándose.
● Madura su respuesta al miedo.
● Los juegos se tornan más físicos e intensos.
● Madura su capacidad termorreguladora (capacidad de mantener el cuerpo a temperatura constante).
A partir de los 3 meses
Los cachorros ya están preparados para vivir independientes, pero continúan disfrutando de la compañía de sus hermanos y mantienen todavía, para deleite de los más pequeños de la casa, una actitud juvenil a pesar de estar dotados de las armas básicas de supervivencia.
La dentadura adulta aparece entre los 4 y los 6 meses, y a los 12 el gato ya es un animal adulto. A partir de los 6 meses las hembras ya son sexualmente maduras, mientras que los machos tardan alrededor de un mes más.
De todo esto se deduce que el primer año de vida de un gatito equivale más o menos a 15 años de la vida de un ser humano. Los primeros 5 años equivalen a la juventud de los humanos. A los 6 años el gato se aproxima a la mediana edad, y a los 8 empieza a reducir la actividad, aunque algunos mantienen la energía y las ganas de cazar mucho más tiempo.
El gato anciano
A partir de los 9 años, se considera que el gato ya es viejo. Es posible que pierda interés por la caza o que tienda a perseguir siempre a la presa más fácil. La vista y el oído son menos agudos, y es probable que muestre preferencia por lugares más cómodos y calentitos, como chimeneas y cojines blandos.
Signos evidentes de envejecimiento son el agrisamiento del manto, el entelamiento de los ojos, la falta de lustre del pelo, la menor cantidad de piel y la mayor prominencia de caderas y columna.
El gato se adapta increíblemente bien a la pérdida de vista y oído. A partir de los 12 años, ya es anciano, aunque al igual que ciertos humanos, los hay que desafían la naturaleza y continúan llevando vidas activas hasta el momento de su muerte.
PSICOLOGÍA FELINA
La relación de un gato doméstico con su dueño y su familia y con los demás animales de la casa, es increíblemente compleja. En ella se mezclan impulsos salvajes, y otros que lo instan a vivir en compañía debido a su voluntad de adaptarse a la vida doméstica. Es una auténtica convivencia de sentimientos enfrentados, en la que el gato combina su deseo de libertad, sus ansias de cazar, de elegir su propio territorio y de relacionarse con los demás libremente, con las ventajas innegables de un refugio y una fuente segura de comida. Son muchas las razones que alimentan este conflicto interno, y por ello sorprende que salga a la superficie tan pocas veces y en casos tan aislados.
El gusto por la comodidad se implanta ya en edades tempranas y perdura toda la vida; se refleja en esa tendencia a buscar rincones soleados, alfombras calentitas junto a la chimenea, cojines blandos e incluso camas. Los gatos necesitan tener un espacio vital propio de unos 50 cm, desde donde controlarlo todo y sentirse aislados.
Hay algunos gatos que a veces prefieren aislarse de todo y de todos, haciendo alarde de ese aire de superioridad y reserva que los caracteriza, lo que no implica necesariamente que no disfruten de la presencia de otras personas y animales. De hecho, la mayor parte de ellos busca compañía, sobre todo en momentos como al caer la tarde, cuando en casa se respira paz y sosiego. Los gatos valoran mucho su independencia y, aunque los hay que piden mimos, muchos se conforman con estar sentados en la misma habitación que el resto de la familia. Por ello, es bueno enseñar a los niños a dejar a los gatos tranquilos cuando estos no busquen atención.
Los gatos se sienten seguros en ambientes que conocen. Tienen un gran sentido del tiempo y no les gusta que se trastoque la rutina diaria de la casa. Hay cambios menores, como trasladar muebles de sitio u otros más drásticos, como la llegada de un bebé o de otro animal, que pueden ser muy perturbadores hasta para los gatos más asentados. No es raro que un gato, tras enfrentarse a una situación de estrés o a un cambio imprevisto en el comportamiento de su dueño, se esconda mucho tiempo o desaparezca para siempre.
Hay un rasgo de los gatos que llama mucho la atención, y es que parecen ser capaces de presentir cambios inminentes, como mudanzas o la marcha de vacaciones. Muchos atribuyen esta capacidad a un «sexto sentido felino», pero la realidad es que los gatos echan raíces tan firmes en sus hogares, que están alerta al más mínimo indicio de cambio. En el mundo salvaje, estos cambios equivalen a amenazas reales, como la aparición de un rival con el que haya que luchar por la comida. Por ello, hay sonidos, como los procedentes de maletas y cajas, el ir y venir inesperado de la gente, los olores desconocidos de ropas que se guardan, que no escapan a sus sentidos, y aunque el gato pueda no entender qué pasa, sí sabe que algo está a punto de suceder, lo que aumenta su sensación de inseguridad.
A menudo los propietarios no son conscientes de la gran memoria que tienen los gatos y que explica por qué la simple aparición de un transportín, los hace salir corriendo y esconderse. Seguramente, una simple visión refresca el recuerdo de la última visita al veterinario o de la última vez que pasaron una temporada fuera de casa.
Los movimientos extraños de personas o cosas pueden significar un viaje en coche, algo que los gatos odian profundamente y a lo que nunca se acostumbran, lo que los diferencia de los perros; no es de extrañar, sobre todo teniendo en cuenta que en el mundo salvaje, los perros viven juntos en manadas, mientras que los gatos, guardan celosamente su territorio. Meter a un gato en un coche, es como privarlo de todo lo que huele y suena a casa y encerrarlo en un lugar lleno de ruidos y olores desagradables.
Los perros tienden a identificarse con los humanos, se consideran parte del grupo y visualizan a su dueño como el jefe de la manada. En el caso de los gatos, es bastante distinto, pues estos ven a sus dueños como si fueran otros gatos, y se comportan con ellos como lo harían con las demás crías de la camada, acariciándolos, lamiéndolos, jugando y comunicándose con ellos. El dueño de un gato tranquilo puede no darse cuenta de hasta qué punto éste capta los sonidos, los olores y visualiza y asimila los comportamientos de las personas de la casa, ya que nada en sus reacciones lo delata.